Ojaranzo (Rodhodendrum ponticum)
Felipe Gomez
Hay plantas llenas de propiedades, buenas o nocivas, otras simbolizan belleza, maldad e historia. En los canutos de las montañas de Cádiz, deslumbrantes por sus brillantes verdes, a incios de la primavara aparecen las primeras flores del rododendro.
El Rodhodendrum ponticum, descrita ya por Linneo, se trata de una planta relicta del Terciario, cuando los bosques de laurisilva, ahora arrinconados en la Macaronesia y en estas ocultas riberas de Cádiz, poblaban el Mediterráneo. Sus llamativas flores en forma de racimos de color rosa fuerte aparecen como grandes estrellas sobre el verde intenso de las hojas.
Gracias a esta riqueza visual es una planta muy utilizada como ornamental, no en vano su nombre en griego significa árbol de rosas; dendron (=árbol) rodo (=rosas).
Sin embargo su belleza contrasta con su toxicidad. Este Rododendro, conocido también como ojaranzo o revientamulos, contiene un alcaloide que provoca bradicardia, hipotensión y depresión respiratoria. Al igual que la adelfa es maldecida por los cabreros que pierden varios animales que solo se podrían salvar provocando el vómito.
Su néctar tampoco esta exento de veneno y ya desde la antigüedad se sabe de su peligro. Jenofonte en su Anabasis ya hablaba acerca de la intoxicación de los soldados griegos en Asia Menor por haber tomado miel de ojaranzo.
En época victoriana la planta fue introducida en Inglaterra como ornamental y acabo por convertirse en una planta invasora con efectos devastadores al acidificar el suelo donde crecía y destruir muchos de los haibitats de las islas británicas. Allí es conocida como "a killer of the countryside"
Bibliografía:
Ginés López. Guía de árboles y arbustos de la Península Ibérica y Baleares. Mundi Prensa, 2002.